Un elemento fundamental para todo charro son las espuelas, ayudas con las cuales el jinete se comunica con la cabalgadura.

Se dividen en cajas, botones, casquillos, pernos, carretillas rodajas, según indica don Carlos Rincón Gallardo en su Libro del Charro Mexicano, donde además establece que pueden usarse como ayuda o castigo.

En su primer acepción, las espuelas hacen efecto de ayudas aplicándolas suavemente a los caballos que no quieren obedecer a la presión de la pierna, y sirven como castigo cuando se hincándolos con más fuerza.

Una interesante colección de espuelas se pueden apreciar a detalle en el Museo de la Charrería, ubicado en la sede nacional de esta Federación en el antiguo Convento de Montserrat, en la esquina de Izazaga e Isabel La Católica, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Don Humberto Carmona Cobo permite regresar al pasado y recuerda que hay diferentes estilos de espuelas, artículo que es muy importante para la estimulación del caballo o incluso una defensa para el jinete, dependiendo del uso que se le dé, ya que si es enérgico el llamado se podría lastimar la cabalgadura.

La actual espuela charra se hereda de la árabe, que llegó a España durante los ocho siglos de la dominación mora, y de ahí a México tras la conquista. Sin embargo, el indígena no podía utilizarlas, aunque con el nacimiento del vaquero novohispano empezó su uso con las adecuaciones implementadas con el paso de las décadas.

La espuela que usaban los vaqueros novohispanos y, posteriormente, los rancheros y guerrilleros mexicanos decimonónicos (chinacos y mochos) era talonea, ya que los zapatos y botas usados en la época poseían cel tacón un poco inclinado, como el que usa la bota texana o el conocido tacón cubano.

Por eso no podía incrustarse una espuela, lo que originó pronto el artículo charro con sus aditamentos bien pensados y es que la inclinación hacía que se desprendiera. La fijaron arriba en el talón, siendo una característica que viene con doble chapetón.

En el chapetón se fijaba el corrillón, hacia el empeine. Y del otro, pendía una cadena que pasaba por debajo del tacón, para darle rigidez, lo que hoy conocemos como pialera.

A finales del siglo XIX, con la aparición de las medias botas, precursoras de los actuales botines, entra en escena el tacón redondo donde se podía fijar la espuela y empieza la producción de la actual espuela charra, llevando las mismas características: rodaja, cada punta es una espiga, el perno, el castillejo, la caja, el chapetón y el corrillón.