Podríamos empezar esta entrega, con una hermosa frase acerca del caballo, del que se dice y se insiste que es un “Héroe de Mil Batallas” o como la leyenda beduina: “Y tomó Dios un puñado de viento del sur y prestándole su aliento, creó el caballo”.
Escribir del caballo es un apasionado tema y la verdad, la historia tiene muchos encantos, mucha intimidad y algo más.
Hablar del caballo es como que dos mundos conspiren para adentrarnos más y más en este tipo de relatos, porque además esculturas y dibujos que datan de dos mil años Antes de Cristo, muestran hombres y mujeres a caballo.
Y como no recordar aquella frase lapidaria del Rey Ricardo III, cuando dijo, que: “¡Un Caballo, mi reino por un caballo!”, en una de las obras de William Shakespeare.
Historias alrededor del caballo se entretejen bastantes y una de ellas, cuenta que se otorgó una senaduría a Incitatus por el enloquecido emperador romano Calígula.
Otra más de “Siete Leguas”, el caballo (otros dicen que era yegua “La Muñeca”) que Pancho Villa más estimaba y que cuando oía pitar al tren, dicen que “se paraba y relinchaba”, como lo narra el corrido revolucionario.
Y como olvidar a “Rocinante”, el caballo que inmortalizó Miguel de Cervantes Saavedra en el ingenioso “Don Quijote de la Mancha”, ejemplar que no existió más que en la imaginación del español que escribió hace más de cuatrocientos años dicha obra.
El tema del caballo, es tan apasionante, porque cuando uno se adentra en él, va buscando más y más, hasta hacerse casi un vicio en revivir pasajes memorables. El tema es muy extenso, así es que esta entrega irá con algunas gotitas de sabiduría que tiene la historia.
Rolando Baca Martínez dijo en alguna editorial del caballo, “Héroe de Mil Batallas”, que su majestad equina, que desde los tiempo ejercía sobre la especie humana una fascinación casi divina, porque lo mismo se convierte en monstruo enigmático, mitad hombre mitad caballo, al que conocemos como Centauro o si tiene un solo cuerno le decimos Unicornio o si es alado lo mencionamos como Pegaso.
Pinturas rupestres iluminan este tema del mamífero, que lo mismo se usa en guerras, en la agricultura, en el transporte, policía montada, hipismo en los Juegos Olímpicos o en la charrería.
Sobre el caballo, así como hay mucho que escribir, que la ciencia avance, también hay polémica por saber el origen del mismo, la relación caballo-hombre en la antigüedad, los caballos en las batallas, razas y colores de los caballos y el amigo terapéutico, entre muchos temas más.
Si nos transportamos al origen del caballo, la polémica no se hace esperar. Si hace 60 millones de años nos hubiéramos cruzado en el bosque con el antepasado del caballo, de seguro lo habríamos confundido con el pequeño tapir.
El eohippus, su antecesor en el periodo eocénico, tenía el tamaño de un zorro con una altura que iba de los 25 a los 45 centímetros, era de cabeza pequeña, cuello, corto, lomo giboso, piel rayada, pata delantera de cuatro dedos y las traseras de tres.
Se insiste que desde hace muchos, pero muchos ayeres, el hombre ha peleado a caballo provisto de una maza, arco, espada o lanza. Hay la creencia que los caballos se usan con fines bélicos desde 3000 AC, en el Asia Central.
Luego de transformarse en jinete-guerrero el hombre aumentó su poder, su velocidad y su estatura, pues en un caballo se elevó dos metros y medio, lo que permitió en primer término, mucha mayor amplitud de visión y por ende, ventaja en la maniobra de ataque.