La historia del ranchero chinaco, quien dio origen al charro, siempre será apasionante y forma parte del desarrollo del hombre de a caballo mexicano que desarrolló del vaquero novohispano hasta el actual charro nacional.
Esta historia y muchas más se pueden escuchar en el recinto mágico del Museo de la Charrería que se puede visitar en el Centro Histórico de la Ciudad de México, que a mediados del mes de octubre cumplirá 50 años como fiel custodio de los tesoros de la charrería y depositario de las tradiciones más mexicanas.
Aunque tiene varios significados, la palabra chinaco, para efectos del hombre de a caballo de mediados del siglo XIX se considera como el calificativo que se les daba a los guerrilleros liberales, así como el poco más desconocido chinacate, para diferenciarlo de los guerrilleros conservadores, a quienes se denominaban mochos.
La definición correcta para englobar a todos los anteriores es ranchero.
Han sido descritos como rancheros humildes y mestizos, arrieros o aventureros de los caminos, trabajadores y artesanos; soldados irregulares de caballería, infatigables, astutos, diestros jinetes y hábiles en el manejo de la lanza, formaban guerrillas para realizar labores propias de la caballería ligera: exploración, patrullaje, ataques a convoyes o picar la retirada al enemigo, siendo una pesadillas para los invasores estadounidenses y franceses durante las guerras del siglo XIX.
Su ajuar era el propio del hombre de a caballo de la época: un calzón de manta, pantalón de gamuza con botonadura, sombrero de ala ancha, mascada roja, faja y una chaqueta corta. El color rojo lo hicieron famoso los liberales, a diferencia de la faja azul de los conservadores.
Destacar que la abertura del pantalón de la rodilla hacia abajo, ya que usaban los cueros como protección, denominados campanas, la famosa bota de campaña.
De los más renombrados que portaron orgullosos el atuendo de ranchero pueden incluirse a legendarios guerrilleros de la talla del coronel Nicolás Romero, el general José Pedro Méndez, el coronel Baltazar Téllez Girón y el teniente coronel Catarino Fragoso, este último que estuvo tanto al servicio de la República como del Imperio de Maximiliano; además de militares de carrera como el general Martín Carrera, quien fungió como presidente de la República en 1855.
El Museo de la Charrería tiene muchos encantos y no guardados bajo llave, sino para que se conozca más y más de los antecedentes del más mexicano de los deportes. Esa apasionante historia y muchas otras de la charrería, se podrán escuchar gratuitas y de viva voz del guía Humberto Carmona, de lunes a viernes en el recinto charro.