La Revolución hizo justicia a Don Jesús Muñoz Ledo Cabrera. Recién en el año 2020, el patriarca de los charros de Apaseo El Grande fue entronizado al Salón de la Fama de la Federación Mexicana de Charrería y también en el estado de Guanajuato, personaje con el que se inicia la sección Personajes del Salón de la Fama.
Desde marzo del 2020 se encontraba en franco proceso el ingreso de Don Jesús Muñoz Ledo al Recinto de los Inmortales, pero llegó la pandemia derivada del COVID-19 y dio al traste con el gran festejo. Luego que amainó la contingencia llegaron los días esperados, con grandes momentos, históricos y de gran alegría para la dinastía Muñoz Ledo de Apaseo El Grande.
Don Jesús “Chucho” Muñoz Ledo es el patriarca de la charrería guanajuatense y gran impulsor del deporte nacional; fue presidente del comité organizador del Congreso y Campeonato Nacional Charro en honor del presidente de México en funciones en 2006, Vicente Fox Quesada; antes otro en 1996 y doce años antes el primero, celebrado en el antiguo lienzo charro de Apaseo El Grande en 1983 y que ganaron los Charros de Jalisco. Los dos certámenes nacionales más recientes celebrados en dicho municipio guanajuatense tuvieron como sede el lienzo charro “La Guadalupana”.
Don Jesús Muñoz Ledo Cabrera nació en el año 1929, hijo de Don Carlos Muñoz Ledo y Doña Rosalía Cabrera. Su afición por la charrería nació desde temprana edad como jinete cuando la practicaba en un establo de vacas lecheras, aunque su papá no era charro.
Fue charro activo desde temprana edad, luego juez y directivo, por lo que se considera charro de toda la vida. Es, además, miembro honorario y vitalicio del Comité Olímpico Internacional, cargo que le otorgó su gran amigo Don Mario Vázquez Raña en 1992. Además está en el Recinto de los Inmortales de lo que fue la Confederación Deportiva Mexicana (CODEME).
Como competidor, las suertes de colas, terna en el ruedo y manganas a pie fueron sus faenas favoritas. Como magistrado desde 1970, fue uno de los fundadores del Colegio Nacional de Jueces de la Federación; tuvo la oportunidad de juzgar junto con don Manuel Muñoz, don Alfonso de la Torre, Alfonso Rodríguez Martín del Campo y Samuel Antuñano, entre otros.
“Considero que fui un buen juez que calificaba conforme al Reglamento. Jamás me golpearon y mucho menos recibí amenazas, lo que quiere decir que hice bien mi trabajo”, recordó con dejo de añoranza Don Jesús Muñoz Ledo.
De sus diez hijos, cuatro mujeres y seis hombres, estos últimos emularon sus pasos por la charrería, pasión que heredaron a sus hijos y estos a la nueva generación de la familia Muñoz Ledo de Apaseo El Grande. Además de sus 10 hijos, tiene 22 nietos y nueve bisnietos.
En 1982, en Santiago de Querétaro, su hijo Guillermo Muñoz Ledo Oliveros fue campeón nacional de Charro Completo; por si fuera poco, otro de sus hijos, Juan Jaime, se ciñó tres coronas nacionales de la especialidad de los charros completos en los campeonatos nacionales de Irapuato 1992, Zacatecas 1995 y Saltillo 1997.
Su ingreso al Salón de la Fama es un merecido reconocimiento a su amplia trayectoria como charro, dirigente y juez, pero sobre todo por su gran amor y pasión por la charrería auténtica, como lo ha expresado siempre en el lugar donde se encuentre.
Gran amor, pasión y respeto por este deporte nacional que adquirió cuando era niño, el cual ha transmitido a sus hijos y nietos, reconociendo siempre que las suertes de este arte las aprendió del charro “Luis Oliveros”, primero en pleno cerro y después en un pequeño lienzo hecho de piedra.
Con su equipo de Charros de Apaseo El Grande, que integró con unos amigos, logró el ansiado título de campeón nacional en Tepic 1967. Como practicante de todas las suertes, llegó a ser charro completo.
Años después, al integrar el equipo con sus hijos Jesús, Antonio, Ernesto, Gaspar, Guillermo y Juan Jaime, se obtuvo una nueva corona nacional para las vitrinas de su asociación, alzándose campeón en Guadalajara 1981.
En el año 1996 edificó su actual lienzo “La Guadalupana”, en aquel entonces único lienzo techado en el estado de Guanajuato, con capacidad para más de 5,000 personas, en el que ha organizado dos congresos y campeonatos nacionales en los años 1996 y 2006.
En 2002 recibió la Condecoración Premio Estatal del Mérito Deportivo, que otorga el Gobierno del Estado de Guanajuato.
En el año 2004, en el marco del Día Internacional del Turismo, recibió en San Miguel de Allende el reconocimiento a su trayectoria, estando presentes el entonces Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, y el Gobernador de Guanajuato, Juan Carlos Romero Hicks.
“Gracias a sus aportaciones, el Deporte Nacional por excelencia, la Charrería se ha preservado; por eso Don «Chucho» es considerado un orgullo, no sólo para el estado, sino para el país, al mantener viva una tradición como ésta que nos llena de identidad y que ahora trascendió a las siguientes generaciones”, dijo el gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez Márquez, durante un homenaje que le ofrecieron amigos de la charrería de San Luis de Paz.
Hay mucho más que decir de Don Jesús, pero su frase célebre, que con amabilidad y convicción repite, resume todo: “No es charro el que monta noche y día, sino aquel que teniendo el corazón de charro no ha montado todavía”; y agrega: “en la charrería cabemos todos”.
“Mi vida ha sido la Charrería”
Sobre el homenaje que le realizó la Federación Mexicana de Charrería, Don Jesús señaló que le han hecho varios y tiene varias preseas que otorga el organismo rector de nuestro deporte, lo cual es una satisfacción que les dejará a sus hijos.
“Mi vida ha sido la charrería, estoy en ella que me ha costado muchísimo trabajo y sobre todo para hacer el Nacional del 2006, pero cumplimos con creces en la organización y espero que el Supremo Caporal me siga dando energía y salud para hasta el último momento de mi vida estar en la charrería”.
Al cuestionarle cuál ha sido su mejor logro en la charrería, mencionó que ha organizado muchos torneos, estatales y regionales, fue hace años campeón con los Charros Mayores, después sus hijos y ha estado siempre dentro del deporte y su satisfacción es que el Supremo Caporal lo deje estar donde está.
Con tristeza recuerda que su caballo favorito murió ya viejo a los 22 años, aunque no tenía nombre, pero se trató de un bello ejemplar alazán. De su niñez, recuerda que le gustaba lazar chivas y jinetear perros, además de lazar sillas y las patas de la mesa de la Casa Grande.