La charrería tiene muchos encantos aún ocultos y que poco a poco deben ir conociendo las nuevas generaciones; con este motivo, el Consejo Directivo Nacional de la Federación Mexicana de Charrería, que encabeza el ingeniero José Antonio Salcedo López, se ha dado a la tarea de traer el pasado al presente del deporte nacional.

Cuando el doctor José Yslas Salazar, de la asociación Metropolitana de Charros, fue presidente de la entonces Federación Nacional de Charros (1962-1968), convocó a sus agremiados para un viaje a España en el mes de junio del año 1964.

Llenaron un avión y la sorpresa fue que se ocuparon otros dos, pues la delegación contó más de 375 charros, así como ocho mariachis, dos artistas, dos camarógrafos, un representante y un locutor. En una aeronave de la aerolínea belga Sabena volaron 160 elementos, 136 por Aeroméxico y el resto en un avión especial de Iberia.

La visita a España fue todo un suceso, porque los charros acompañados del mariachi brindaron exhibiciones en muchas partes de la península ibérica; lugar en el que se presentaban aseguraba un lleno impresionante, y el dinero recaudado fue donado como cooperación para los más pobres de España.

Entre las sociedades benéficas que recibieron las donaciones de aquella delegación de charros mexicanos destacaron la Basílica de Guadalupe y Huérfanos de la Policía Municipal de Madrid, el Instituto de Cancerología de Valencia, la Sociedad Benéfica para la Vejez de Sevilla, además de la Hermandad del Rocío y a las Madres Mercedarias en Jerez de la Frontera.

Por este gesto humanitario, José Finat, conde de Mayalde, alcalde de la capital, entregó a los charros la famosa Llave de Oro de la Villa de Madrid, gesto generalmente reservado para jefes de estado extranjeros de visita a España.

Los éxitos cosechados por los charros mexicanos sirvieron para que fueran recibidos por el Generalísimo Don Francisco Franco Bahamonde, Jefe de Estado español, en su domicilio particular en el Palacio del Pardo, a las afueras de Madrid.

Es de reseñar que el Generalísimo, para sorpresa de los propios españoles, recibió a los charros mexicanos en el seno familiar y fuera de todo protocolo diplomático; incluso el nieto de Franco, Francisco Franco y Martínez-Bordiú, de diez años de edad a la sazón, portó orgulloso el atuendo charro mexicano.

A su regreso a México, la delegación pudo contar con lujo de detalles los pormenores de su exitosa gira por España, en la cual tuvieron diversas y clamorosas presentaciones en sitios históricos de la península como la antigua capital, Toledo; Valencia, Alicante, Granada, Sevilla, Jerez de la Frontera y, por supuesto, Madrid.

 

Exitosas visitas por España

La delegación aterrizó en Madrid los primeros días del mes de junio de 1964, siendo recibidos en el aeropuerto de Barajas por el Ayuntamiento de la capital en pleno, visitando posteriormente el Departamento de Turismo español y al alcalde de Madrid, conde de Mayalde, además del Instituto de Cultura Hispánica.

Posteriormente comenzaron las exhibiciones, que resultaron de altísimo interés entre la sociedad española, bastando mencionar que se colgó el tradicional anuncio de “No hay billetes”, indicando el boletaje agotado, en las exhibiciones que se celebraron precisamente en la Casa de Campo (donde se levantó un “lienzo charro” provisional de madera, quizás el único que se ha construido en Europa) y la plaza de toros de Madrid los días 5, 6 y 7 de junio.

La siguiente visita fue a Toledo, donde su alcalde, don Luis Montemayor Mateo, entregó a la Federación Nacional de Charros el 9 de junio una réplica de la espada de la reina Isabel La Católica, que actualmente se exhibe en el Museo Nacional de la Charrería en la Ciudad de México.

El día 10 de junio visitaron el gigantesco monasterio de San Lorenzo de El Escorial, así como el cercano Valle de los Caídos, en la sierra de Guadarrama, en cuya abadía se celebró una misa en honor a los charros mexicanos.

Un gran éxito se vivió al día siguiente en Valencia, llenando hasta las lámparas la histórica plaza de toros de dicha ciudad, lo mismo que en Alicante el día 12 y en Granada los días 13 y 14 de junio, pletóricos escenarios donde la sociedad española disfrutó al máximo de la novedad que significaban las suertes de la charrería.

En la recta final de la gira, ante un escenario con sus mejores galas, la delegación de charros mexicanos hicieron acto de presencia en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, sitio en el que acogieron un gran éxito entre la exigente población andaluza.

Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz, fue el punto final del viaje al interior de España, con una fabulosa exhibición el día 19 de junio, puesto que no solo se vivió la charreada y un desfile por las calles de la localidad, sino que también don Álvaro Domecq y don Fermín Bohórquez obsequiaron a los visitantes mexicanos con sendos banquetes en las instalaciones de la Casa Domecq, el antiguo Palacio del Marqués de Montana.

Regresaron a Madrid el día 20 de junio y solicitados por el Generalísimo Francisco Franco, visitaron al Jefe del Estado español en su residencia en el Palacio de El Pardo, donde fueron recibidos fraternalmente al interior del seno familiar del Generalísimo y su esposa, doña Carmen Polo.

Cerraron su presentación en tierras españolas con dos exhibiciones más en Madrid los días 23 y 26 antes de regresar a México, no habiendo podido, debido a la falta de tiempo y cabalgaduras adecuadas, satisfacer y acudir a todas las invitaciones que se le extendió a la delegación mexicana para presentarse en otras muchas ciudades españolas (Zaragoza, León, Barcelona, Salamanca, Ferrol, Vigo…) así como de otros puntos de Europa, como Paris, Bruselas, Ámsterdam y Lisboa.

El único apoyo que tuvo la delegación mexicana fue por parte de la Cervecería Cuauhtémoc, que aportó asistencia económica, pagando los pasajes y estadías de los ocho músicos del mariachi, dos artistas, dos camarógrafos, un representante y un locutor; a cambio, los charros se encargaron de obsequiar al alcalde de cada municipalidad visitada una estatua del tlatoani Cuauhtémoc, también donada por la empresa cervecera.

Cabe destacar que cada uno de los charros asistentes pagaron de su bolsillo siete mil pesos de la época, que les dio derecho a hospedaje, alimentación y traslados, los cuales fueron realizados en ocho autobuses de servicio especial, en los cuales recorrieron 2,500 kilómetros de la geografía española, permanentemente escoltados por la Guardia Civil.