La charrería no solo es deporte sino también cultura, sociedad y mucho más, por algo fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO el primero de diciembre del 2016 en Etiopía.
Sin embargo, en las huellas del pasado no se debe olvidar que La Época de Oro del Cine Mexicano, aunque elevó el deporte para convertirlo en arte, también distorsionó la imagen del charro.
De la herencia cinematográfica de la época están “Allá en el Rancho Grande” que filmó Fernando de Fuentes en el año 1936. Las películas ayudaron, pero también dejaron un mal estereotipo, al creer que todos los charros eran mujeriegos, borrachos y pendencieros, imagen muy diferente a la que fue cambiando conforme poco a poco.
Otras películas que marcaron la historia charra son “Ora’ Ponciano”, “¡Ay Jalisco no te rajes!”, “Adiós Nicanor”, “Las Cuatro Milpas”, “Así es mi Tierra”, “Bajo el Cielo”, “Del Rancho a la Capital” y muchas más.
Referente a la literatura sobre charrería se encuentran títulos del nivel del “Refranero Popular Mexicano”, de Miguel Velasco Valdez; “Nuevo Diccionario de la Charrería”, de Miguel Ángel Argüelles Mier; “La Charrería en Verso y Prosa” del ingeniero Diego Onésimo Becerril López y famosísimo “Libro del Charro Mexicano” de Don Carlos Rincón Gallardo, llamado “La Biblia de la Charrería”.
Aún hay más y entre otros están “México, Fiesta y Tradición”, que armó Enrique Cárdenas de León y editado por el Gobierno de Jalisco; “Mi Paso por la Charrería”, en la visión de Juan J. Biagi Filizola de La Herradura de Tampico; “En Cada Charro un Hermano”, de Cristina Palomera Verea; “Evolución de la Charrería en Puebla y La Construcción de un Estereotipo Nacional” de Tania Carreño King, por mencionar solo algunos.
Tampoco puede faltar “Charrería, origen e historia de una tradición popular” que editó la Federación Mexicana de Charrería hace como 15 años, durante la gestión del licenciado Jaime Castruita Padilla.
De las leyendas de los caballos afamados en el mundo está el de Troya, que cuenta la leyenda era de madera, pero al que se le veneraba y más cuando la guerra estaba en pleno apogeo, tras el legendario asedio de esta urbe en lo que hoy es Turquía, hace más de tres mil años.
Rocinante es otro que gracias a don Miguel de Cervantes Saavedra y sobre todo a su ingenio, tuvo vida en su obra literaria, pero a decir verdad, el caballo jamás existió y de esa historia han pasado cuatro siglos y 18 años de haberse escrito El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
En la Biblia también aparecen los “Caballos del Apocalipsis” y es San Juan quien escribió el libro, quien vio siete caballos que rondaban junto a los misterios de la justicia divina. Irónicamente los caballos eran tordillo, bermejo, negro y bayo, si, sólo cuatro de los siete históricos.
La lista no tiene fin y lo mejor que el caballo sigue haciendo historia, esa que escriben los grandes.